SANTIAGO.- Lentamente, el entorno del hospital regional universitario "José María Cabral y Báez", de esta ciudad, se ha convertido en un desordenado mercado, donde se vende toda suerte de productos comestibles de cuestionable calidad, los que se confunden con los escaparates que sirven de soporte para la venta de ropas, calzados y accesorios A ese tétrico panorama que se observa por los laterales del gigantesco edificio donde opera el más importante hospital público del Cibao, se le suma el ostensible abandono que se puede observar en algunas áreas de servicio de ese centro asistencial.
El Cabral y Báez es protegido por verja, que abarca todo su perímetro localizado en la gigantesca cuadra integrada por las calles Sánchez, Sabana Larga, Francisco Bonó y avenida 27 de Febrero.
Lo que hace pocos años comenzó con algunos negocios que se dedican a la venta de productos comestibles, se ha desarrollado de una manera tal, que en ese lugar se pueden comprar, sin muchos apuros, ropas, tenis y zapatos de diferentes marcas, así como ropa interior y toda suerte de accesorios, para hombres y mujeres.
El desorden que se puede observar allí es tan grande, que incluso algunos "vendedores" no se han molestado en exhibir sus mercancías en escaparates, sino que las ofertan colgadas de la verja de hierro que delimita el hospital Cabral y Báez.
La panorámica de mercado persa que se observa en el lugar impide el tránsito normal de vehículos y peatones, a pesar de que dos de sus calles (Sabana Larga y 27 de Febrero) son de las más transitadas de la ciudad y por donde circulan vehículos de los transportes urbano e interurbano.
Ya dentro del edificio, la realidad no dista mucho del desorden que circunvala el hospital. Pedazos de techos desprendidos, paredes descuidadas, ascensores fuera de servicio por desperfectos y la carencia de medicamentos esenciales, marcan la tónica de su cruda realidad.
Ante la falta de recursos económicos para que ese importante centro asistencial llene a cabalidad su cometido sanitario, los santiaguenses destacan el hecho de que el gobierno ha reservado varios millones de dólares, para la conclusión del Hospital Metropolitano de Santiago, de capital mayoritariamente privado.
De ahí que no se entiende cómo el gobierno permite que el Cabral y Báez funcione en un evidente ambiente de precariedades económicas, mientras resuelve ir en ayuda de un grupo de inversionistas del sector salud, entregándoles una cantidad de dinero que, con la mitad, se podría optimizar el funcionamiento del hospital del Estado.